Jorobarse está a la orden del día. Se puede decir, hasta que no hay día en el que no nos hayamos tenido que jorobar al menos una vez. Ponernos en la caja más lenta del supermercado, que nos quiten una plaza de aparcamiento delante de nuestras narices, cuando llegamos a una taquilla y justo cuelgan el cartel de "NO HAY LOCALIDADES" o cuando nos encontramos en el roscón de reyes cierta legumbre escondida.
Así que dé suerte o no pasar el décimo de lotería por la chepa, mejor no estar jorobado. Aunque en la viña del Señor podemos encontrarnos otros que lo tienen que llevar peor.
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