Parece que todo aquello que está oxidado, o que pronto lo estará, nos genera cierto rechazo. Siempre evitamos el contacto con alambres como los de la foto de ayer o con clavos o herramientas roñosas por miedo a heridas que puedan llegar a infectarse. Por este motivo nos deshacemos de ellas cuando ya están así o usamos productos desoxidantes para intentar, muchas veces en vano, recuperarlas. Y tal es nuestro disgusto por este compuesto que hasta tomamos bebidas y alimentos antioxidantes para evitar que nuestro cuerpo sufra la misma reacción química.
Sin embargo, hay cosas que es mejor dejar que se oxiden ya que solo así alcanzan su plenitud. Y si no... ¿qué me decís de la foto de hoy?
Solución/ebazpena: "Midiendo el terreno": Orduña (Bizkaia) [12/2010]
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