Los faquires recorrían en circos o en solitario el mundo durmiendo en camas llenas de pinchos y tragando sables y cimitarras.
Pero prácticamente todos sin ser faquires hemos tenido contacto con pinchos y púas. La naturaleza se ha encargado de dotar a más de un ser vivo de ellas para que se pudiera defender ante los ataques enemigos.
Y si bien alguna vez nos hemos pinchado con un higo chumbo o con una rosa, más de un capullo nos habrá pinchado hasta hacernos mucho daño. Por eso no hay que cortarlos.
Solución/ebazpena: "Premio desierto": Parroquia de San Nicolás, Bilbao (Bizkaia) [2010/12/28]
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