Desde que el primer coche viera la luz, éstos no han parado de evolucionar. Los tenemos de gasolina, de gasoil y ahora incluso los hay que utilizan hidrógeno. Los hay con y sin carnet, pequeños, familiares, de carreras... pero todos cumplen la misma función, hacernos recorrer cómodamente la distancia que nos separa de nuestra meta. Nos llevan y nos traen sin protestar (aunque siempre hay excepciones) y a veces bien cargados. A cambio nos piden una alimentación más o menos regular y un lugar para descansar. Al final de su vida o tras un accidente terminan en su particular cementerio y aunque algunas piezas vuelven a la vida en otro coche, otras se reutilizan para cosas curiosas. Mejor esto que abandonarlas a su suerte, ¿no?
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