Nieve en las alturas. Cerca del cielo. Al ojo, casi a pocos metros del olimpo de los dioses.
Aunque al tacto esté fría nos aporta más calidez de la que nos pensamos. Al tocar la nieve con la mano desnuda, y después meterla a refugio en un bolsillo o un guante, notamos un ligero dolor punzante que nos da sensación de calor.
Por eso cuando la persona que amamos nos da su mano y la sentimos fría, no es porque ya no nos quiera, sino porque quiere que la calentemos con las nuestras.
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